Las expectativas también duelen (y no siempre es culpa nuestra)
Cuando deseamos tanto algo que nos convencemos de que llegará, pero no siempre somos las únicas responsables de esa ilusión.
¿Quién tiene la culpa de que esperemos algo que luego no es cómo habíamos supuesto?
Una parte es nuestra, obviamente, tal vez porque tenemos una necesidad y deseamos con todas nuestras fuerzas que se vea cumplida.
Y potenciamos la esperanza de que será así.
Pero creo que también tiene culpa la otra parte, la que genera esas expectativas, no sé si con mensajes demasiado esperanzadores o con palabras que se pueden interpretar como promesas implícitas.
¿Y qué hacemos cuando nos chocamos de golpe con la realidad?
¿Cómo manejamos esa decepción y esa tristeza?
¿Nos convertimos en descreídas?
Nos hacemos ilusiones. Idealizamos. Nos aferramos a una promesa leída entre líneas o a algo que necesitábamos escuchar.
Y entonces anteponemos el deseo a la realidad. Queremos que funcione con todas nuestras fuerzas.
Pero ¿de verdad somos las únicas responsables?
Yo creo que no, también está la otra parte, la que genera esas expectativas. Puede que sin querer, aunque en el mundo actual seguro que es muy queriendo.
Con mensajes que golpean en todo el centro, que no son mentira, pero tampoco verdad.
Y nosotras, con hambre de algo, ya sea validación, conexión, supervivencia o lo que sea, nos agarramos a eso como si fuera el último salvavidas.
Porque queremos creer que esta vez sí, que esta vez será diferente, que esta vez funcionará.
Y cuando no es así y la realidad te da un bofetón con la mano bien abierta, duele.
Duele de cojones.
Nos decepcionamos, nos da vergüenza y nos convertimos en descreídas a las que todo les huele a humo.
Aunque no lo sea.
Yo he sentido eso muchas veces.
Con cursos.
Con personas.
Con libros.
Con mentorías.
Tal vez esperé demasiado en esas ocasiones.
Y por eso me cuido mucho a la hora de hacer promesas en mis servicios o mis mentorías.
Jamás me verás decir que puedes ganar diez mil euros con tu primera novela (y esto lo he visto publicado en Instagram de alguien muy popular, ojo). Ni que, si no inviertes en ti misma, es que no crees en tu proyecto (esta es buena). Ni que recuperarás lo que inviertas en corrección/mentoría/programa en un par de semanas gracias al método único que X te va a enseñar (sí, claro, y qué más).
Porque no es verdad.
Y da mucho asco.
Porque crees con el corazón abierto en algo que parecía hecho para ti.
Creer es humano. Desear también.
Lo importante es qué hacemos con esa decepción. ¿Nos cerramos del todo? ¿O aprendemos a protegernos sin dejar de mirar con esperanza?
Yo aún no lo tengo claro.
Cuánta razón. Juegan con las ilusiones ajenas y no les importa ni un poco. Siempre he valorado la honestidad y ahora más que nunca, visto lo visto.
Hay quienes juegan con los anhelos de los demás, y eso es inaceptable. Y hay quienes se ciegan por sus propios deseos. Estos últimos deben aprender a ser más cautos y a desarrollar su sentido crítico y analítico oara detectar estafadores, que es lo que son en última estancia.