Cuando no puedo, aunque podría
A veces no es falta de tiempo ni de ganas. Es otra cosa. Más honda. Más silenciosa.
Últimamente, siento que no puedo con todo.
No es solo cansancio. Es otra cosa. Es el cuerpo diciéndome basta.
El cortisol, por las nubes. El intestino, de fiesta. La mente, sobrecargada con decenas de tareas por hacer y preocupaciones —personales, maternales, familiares, empresariales—. Estoy agotada.
Y, aun así, ahí estoy. Intentando estar presente en todas partes: Instagram, Substack, newsletter... El menú completo.
Lo peor no es no llegar.
Lo peor es la culpa cuando no llego.
La sensación de que, si no publico, si no escribo, si no grabo, si no envío, desaparezco. Que el trabajo de estos años se va al garete por no seguir el ritmo.
Además del agobio y la presión de construir un sistema que contemple las decenas de canales, pilares de contenidos, objetivos, formatos, etc., que se convierte en un laberinto interminable en el que siempre termino asfixiándome.
Y eso me bloquea más.
Porque sostengo muchas cosas en mi día a día y no quiero sostener esto también.
No quiero estar en todas partes. Quiero estar en el lugar donde tenga sentido estar, a mi ritmo, con mi voz, sin quemarme.
Estas cartas, como la que lees, son lo único que no me pesa.
Porque no nacen de una obligación de contribuir, dar valor, educar, inspirar, conectar…, ponle la etiqueta que quieras, sino de una necesidad personal.
Y tal vez ahí esté la clave. Ya no necesito estar en todas partes, ni decirlo todo ni demostrar nada. Tal vez necesito escribir desde aquí. Desde el cuerpo. Desde el alma.
Al menos, por ahora.
Y tú, ¿también sientes que el cuerpo te pide parar mientras la mente te exige seguir?
Estoy en una racha parecida con algunas molestias de salud incluidas, a ver si en los próximos días me siento a organizar un poco mi vida "escritoril"
Un bálsamo encontrarte, un abrazo enorme